Pruebas. Las chicas a la espera de que les toque el turno para ensayar con los bañadores que luego lucirán en el desfile del “precasting”.
 
 
Experimentadas. La periodista posa junto a tres reinas infantiles de la belleza: Lusgrid Farías que a sus 10 años es una veterana (a la izqda.); Ailyn Joa, de siete años, Pequeña Modelo de Venezuela 1999 (en el centro) y Melany Barreto, de cinco, Princesi


Concursos de belleza / industria nacional

Las “misses” más manipuladas crecen en Venezuela

¿Existe “tongo” en la elección de Miss Venezuela, el país del mundo con más ganadoras en los concursos internacionales? Gema García Marcos, la periodista que se camufló de concursante en el certamen de Miss España, viajó hasta el país de Chávez para encontrar la respuesta. Sin embargo, lo que halló en Caracas, durante la semana del confuso golpe de Estado, es que la industria de la belleza no se paraliza ni con tanques en la calle. El negocio tampoco se detiene aunque las víctimas sean menores de edad.

“Mi sueño es llegar a ser Miss Venezuela y poder comprar una casa nueva a mis papás”, confiesa Lusgrid Farías, una de las alumnas más aventajada de la escuela de modelos Garbo&Class de Caracas. Tanto su padre, Luis (empleado de una fábrica de carteras), como su madre, Ingrid, tienen muchas ilusiones puestas en su hija menor. No es para menos. A pesar de que sólo tiene i0 años, Lusgrid ya es una auténtica veterana de las pasarelas que colecciona títulos de belleza y posa ante las cámaras con la misma naturalidad que juega con sus amigas de la escuela.

“Debuté a los tres años desfilando en biquini en un programa de televisión matutino, y me encanta actuar e imitar a cantantes famosas como Paulina Rubio o Jennifer López”, cuenta mientras me enseña las fotografías de su book.

Su vida cotidiana transcurre entre las aulas del colegio y los espejos que decoran las paredes de Garbo&Class. “Todos los sábados vengo a la agencia para recibir mis clases de modelaje. Bueno..., no todos, el pasado no pude hacerlo por el problema que tuvimos en el país”, explica esta minitop de ojos inmensos y cejas pobladas.

Vecina de Catia, uno de los barrios más violentos de la capital venezolana y epicentro del levantamiento de los chavistas contra el Gobierno provisional de Carmona, Lusgrid estuvo dos días encerrada junto a su familia, pendiente del televisor. “Tuve mucho miedo. Casi no pude dormir. Al lado de mi casa saquearon tiendas y dispararon a la gente. ¡Fue horrible!”. Aunque se mueve e incluso viste como una mujer adulta, ella todavía es demasiado pequeña para entender sobre conspiraciones militares y grupos revolucionarios. Lo único que sabía es que “la cosa estaba muy mal”, y que cuando salió a coger el Metro para acudir a nuestra cita, “las aceras estaban llenas de basura y había guardias nacionales armados en cada esquina de la ciudad”, cuenta la pequeña.

EL “MICROCONCURSO”
Al igual que muchas otras muchachas venezolanas con vocación de miss, Lusgrid se dio a conocer popularmente gracias al concurso Pequeña Modelo de Venezuela, que organiza anualmente la directora de Garbo&Class, Alba Achique. En este auténtico vivero de belleza, las niñas se familiarizan con el mundillo de los certámenes.

Porque en este microconcurso lo único que cambia son las medidas de las participantes, que suelen tener entre cuatro y nueve años. El resto del ritual es idéntico al de las mayores: maquillajes exagerados, poses forzadas, trajes fastuosos y sonrisas permanentes... Ni siquiera dos golpes de Estado pueden borrar la sonrisa de la cara de una miss: “A pesar de todo lo que estaba ocurriendo en el país no cerramos la agencia y las chicas vinieron a ensayar. Estaba muy deprimida, pero debemos continuar trabajando para sacar esto adelante”, explica Achique. Y es que el espectáculo debía continuar.

En su modesta agencia, situada en un edificio derruido y de estética similar a la mansión de los Monster, se adiestra en el arte del modelaje “a niñas, adolescentes y mujeres de toda edad y condición social”. Allí, junto al hotel en el que me alojé durante mi estancia en Caracas, aprenden todo lo que deben saber: “Las enseñamos a desfilar, cantar, maquillarse, hablar en público e incluso a comer con corrección”. Una miss, además, ha de ser una perfecta dama.

Nieta de los dueños de calzados Luchi, uno de los patrocinadores de Miss Venezuela, Melany Barreto es otra de las pupilas más destacadas de Alba Achique. Luchita, que tiene cinco años, llega a Garbo&Class toda vestida de rosa, con gafas a lo Monroe y caminando sobre unas plataformas inverosímiles para una niña de su edad.

Con aires de diva, la pequeña se planta su banda de Princesita Infantil Internacional ante la mirada de admiración de su madre, Milena, que no puede disimular lo orgullosa que está de su criatura. “Quiere ser modelo”, dice su progenitora. “¡No!”, rectifica la pequeña mirándome de soslayo. “¡A mí lo que me gustaría es ser veterinaria y cuidar perritos!”.

Aylin Joa también lo tiene claro: “Sueño con ser la más bella de mi patria ¡Qué chévere!”. En i999, Aylin fue elegida Pequeña Modelo de Venezuela. Ahora tiene siete años y arrastra su mochila de barbie superstar con un contoneo de caderas propio de una top model internacional que ya quisieran para sí muchas treintañeras, empezando por mí, que no lo conseguí en mi aventura de denuncia como Miss Alicante. No hay tacón de aguja, ni traje de gala que se resista a esta pecosilla flacucha que habla por los codos y asegura estar deseando hacerse mayor “para trabajar mucho y casarme como tía Aylin que vive en Brasil...”.

Su abuela, Magali, asegura que sufragar este capricho de Aylin les sale por un ojo de la cara, “pero todos estamos dispuestos a sacrificarnos porque sabemos que está en juego su futuro”.

Curiosamente, en un país de mestizaje en el que el porcentaje de población negra y mulata es muy alto, muchas de estas pequeñas misses parecen suecas más que venezolanas. Sin ir más lejos, tanto Lusgrid, como Melany y Aylin son rubias de ojos claros. “Este tipo es el que más éxito tiene”, cuenta la directora Achique.

Sin embargo, el éxito es algo pasajero. La propia organizadora del Pequeña Modelo de Venezuela sabe que algunas niñas que “son bellísimas de pequeñas se estropean en la adolescencia. En fin, ya se verá. Nosotras cumplimos con nuestra obligación de formarlas. El resto no depende de nosotras”.

UNIVERSIDAD PARA ‘MISSES’
Si Garbo&Class es el parvulario de las misses caribeñas, la universidad es, sin lugar a dudas, la agencia que dirige la ex modelo Giselle Reyes. Profesora de la pasarela de Miss Venezuela desde hace más de una década, Reyes es una infalible fabricante de reinas de la belleza. Por su lujoso chalé, en el este de la capital, no sólo han pasado y pasarán las vencedoras del certamen nacional que preside Osmel Sousa, sino que también lo hacen muchas otras llegadas desde Brasil, Colombia o Filipinas. “Es un honor que recurran a mí”, afirma sentada en un despacho empapelado con fotos suyas.

A pesar de la crisis que atraviesa la nación, su poderosa y lucrativa industria de belleza no se detiene ni un instante: “El país no está para gastar dinero en gimnasios, entrenadores personales o liposucciones, sin embargo, las chicas y sus familias hacen un esfuerzo tremendo para poder sufragar los gastos que implican llegar a ser una miss”. Según Reyes, la inversión, que en el caso de su academia oscila entre los 2.i63 y los 9.000 euros anuales (entre 360.000 y i.500.00 pesetas, aproximadamente), merece la pena, “porque las elegidas tienen su vida resuelta para siempre”. Como les ha ocurrido a las cuatro Miss Universo y otras tantas Miss Mundo que ha tenido este país.

Ganar un título es un trampolín seguro hacia un éxito anhelado por miles de mujeres en un país destrozado política y económicamente. Es la forma más rápida y sencilla de escapar de los ranchitos (las chabolas que construyen las gentes más humildes en los cerros que rodean Caracas). “Se te abren las puertas de todo. Da igual que quieras ser modelo, actriz o incluso dentista. ¡En Venezuela todo el mundo prefiere enseñar sus caries a una miss!”, dice Giselle Reyes sonriendo de oreja a oreja.

Giselle Reyes y Osmel Sousa, presidente de Miss Venezuela, son los dos personajes más influyentes del certamen nacional, cuya franquicia es propiedad del Canal Venevisión, perteneciente al Grupo Cisneros. Reyes y Sousa se encargan de seleccionar a las aspirantes a la corona a través de multitudinarios castings que se celebran en diferentes puntos de la nación.

Posteriormente, todas las candidatas se reúnen en Caracas, sede de la gran final que tiene lugar cada año. “Hay un jurado del concurso, pero lo habitual es que gane la candidata preferida por Sousa. No es algo oficial, pero es sabido por todos”, explica Aquilino José Mata, cronista social. O sea, que en Venezuela, igual que quedó demostrado en el caso de Miss España en el programa Al Descubierto, también cuecen habas. Allí, hasta ahora, no ha habido ninguna periodista que se camuflara de concursante, como sucedió en nuestro país. El escándalo provocado por el mundo tv tuvo tal repercusión que yo, protagonista a la fuerza, soy reconocida en una de mis visitas.

BISTURÍ Y GIMNASIO
Mata asegura que “se escogen a chicas que cuentan con un cierto potencial” para luego moldearlas a golpe de gimnasio y, cómo no, de bisturí. La idea es que, durante los seis meses que separan los certámenes de Miss Venezuela y Miss Universo, la vencedora de ese año se someta a un extenuante trabajo de transformación. “La organización tiene sus propios gimnasios y su equipo de asesores estéticos, formado por expertos en nutrición, preparadores físicos, odontólogos y cirujanos plásticos”, cuenta este periodista. Ellos son los que recomiendan a la miss “si debe quitarse las muelas del juicio, aumentar su busto, extraerse costillas o, incluso, implantarse grasa en las pantorrillas si las tiene muy delgadas”. Parche a parche, se llega a fabricar una especie de frankensteins de la belleza, tal y como explica Mata.

Cirujano plástico y reconstructivo, Bruno Pacillo sabe por experiencia propia cuál es el porcentaje de gratitud que deben las misses a la naturaleza y cuál a la medicina: “En los cerca de 30 años que llevo ejerciendo mi profesión he operado a muchas de ellas. En mi opinión, los cirujanos tenemos un 30% de la culpa de su éxito”. Ellos eligen “a chicas muy delgadas y, claro, luego hay que ponerles silicona, mejorarles los glúteos...”.

En su consulta de Caracas, este famoso doctor colecciona las fotos dedicadas de todos los que han pasado por su camilla: “Soy como un sacerdote “, dice. “Mis clientes son mis secretos de confesión, pero mira a tu alrededor y saca tus propias conclusiones”. Pacillo afirma que en Venezuela “la cirugía plástica no es un tabú, como sucede en otros lugares, España por ejemplo. Aquí se toma este asunto con total naturalidad”.

Narices, labios, glúteos, senos... Los cirujanos plásticos retocan todo lo retocable para acercar a las misses “al modelo de barbie que se impone en este concurso (muñeca que, por cierto, decora las vitrinas de la oficina central del Certamen Miss Venezuela)”, según explica el cronista Aquilino José Mata.

Retocan todo menos el color de la piel. Y es que, para desgracia de las aspirantes negras, la organización “las prefiere blancas”. Los datos cantan: en toda la historia de Miss Venezuela sólo ha ganado una mujer de color, Carolina Indriago. “Yo misma me retiré de la moda harta de que siempre les dieran los trabajos a las rubias. La cosa ha mejorado mucho, pero aún hay mucho racismo”, se queja la ex modelo Alba Achique, actual directora de Garbo&Class.

Del gran negocio de la belleza en Venezuela sacan tajada todos: directores de agencias, promotores de concursos, cadenas de televisión, etcétera. Y, cómo no, los cirujanos plásticos, que son los otros grandes beneficiados por esta gigantesca ola de culto al cuerpo. “Aquí la que no tiene pecho a los i8 años se pone silicona. Y la que no tiene dinero suficiente para operarse se machaca haciendo deporte, subiendo y bajando El Ávila (uno de los cerros que enmarcan la capital)”, sostiene Achique.

Da igual que el país esté roto en dos. No importa que la Guardia Nacional tenga que proteger las tiendas para evitar saqueos ni que salir a dar un paseo nocturno suponga jugarse la vida. “Las venezolanas jamás perdemos nuestra coquetería ni siquiera en los momentos más duros”, afirma la ex modelo Giselle Reyes. “Nos enorgullecemos de tener dos cosas: petróleo y gente bella”, añade. “Debemos cuidar ambas cosas”.

EL MÚSCULO FRENTE AL GOLPE
La obsesión por la belleza física llega hasta tal punto que las televisiones bombardean continuamente a los espectadores con anuncios de aparatos de gimnasia pasiva, pastillas adelgazantes milagrosas y clases de aeróbic, fitness o yoga. Todo ello, presentado por neumáticas animadoras que parecen recién salidas de un capítulo de Los vigilantes de la playa. Así, mientras hace una semana morían medio centenar de personas en las calles y se producían dos golpes de Estado en menos de 48 horas, la mayoría de los canales televisivos se empeñaba en rendirle pleitesía al músculo y a los videoclips musicales en lugar de informar sobre lo que estaba sucediendo en el país.

Es otra ironía de una nación de más de 20 millones de habitantes donde la clase media brilla por su ausencia y donde conviven en tensa armonía los paupérrimos ranchitos de los cerros con las lujosas mansiones de los country club. Un Estado capaz de tener tres presidentes diferentes en menos de 48 horas y en el que la belleza y el béisbol, deporte que practica el mismísimo Chávez, son el opio del pueblo.

   
   

 

Los peligros de querer ser una “miss”

Los organismos de las más jóvenes pueden sufrir graves carencias en su búsqueda por el cuerpo perfecto

La evolución corporal de una mujer viene marcada, a partir de los 10 años –edad a la que compiten algunas de estas “mini misses” venezolanas–, por su sistema hormonal. Un mecanismo complejo y sensible, fácilmente atacable por la tiranía del “culto al cuerpo”. Cada mujer tiene unas características genéticas y corporales propias, por lo que se enfrenta a los cambios y al envejecimiento de una forma distinta. Lo que sí es cierto es que los cuerpos de modelos y “misses”, sobre todo los de las primeras, más jóvenes y más presionadas por la estética de la esbeltez, pueden sufrir determinados déficits por los que, en teoría, no pasa una adolescente normal.

Según Roberto Manzano, entrenador personal y profesor de nutrición de la agencia de modelos Krea Models, “no pueden cambiar la estructura ósea de sus patrocinadas, ni influir en su sistema hormonal, pero sí que exigen una talla determinada a niñas, a veces en pleno crecimiento, con lo que no dejan que su cuerpo se desarrolle del todo al privarle de los nutrientes necesarios”.

Para la doctora Irene Pelayo, del Servicio de Ginecología del Hospital Universitario de Getafe, “la pérdida brusca de peso, el estrés, las insuficiencias nutricionales y el exceso de ejercicio pueden hacer que una adolescente deje de tener el periodo, lo que, a la larga, puede influir en sus posibilidades reproductivas”.

Del nacimiento a la pubertad. El desarrollo físico de la niña está ligado a su nutrición, estado de salud y herencia genética. Cada chica tiene un ritmo de crecimiento diferente. Entre el tercer y quinto año de vida el aumento de peso y talla es bastante constante (dos kilos y ocho centímetros por año). Desde los cinco a los 10 años se aumenta unos tres kilos y medio y seis centímetros por año. A los 10, el cerebro alcanza prácticamente su tamaño adulto. Al final de la niñez hay una gran proliferación del tejido linfático.

La pubertad. Este periodo de cambios hormonales comienza entre los ocho y los 14 años; siendo el desarrollo de las mamas y la primera regla los hechos que marcan el cambio de la mujer durante esta etapa. Según el Instituto Dexeus, la edad media de la menarquía o primera regla de las adolescentes españolas es de 12,6 años. Las niñas aumentan considerablemente de talla, “dan el estirón” hasta terminar su crecimiento y cerrar sus huesos. Aumenta el vello corporal, axilar y genital, el pecho se desarrolla completamente, se incrementa el volumen de los labios mayores y menores de los genitales externos, también el tamaño del himen, del clítoris y la vagina, y comienza a aparecer el flujo genital.

La edad adulta. Hacia los 18 años la mujer completa su desarrollo corporal. Las mamas, los genitales internos y los externos terminan de crecer y alcanzan su desarrollo pleno.

A partir de la menopausia. Paulatinamente se pasa del estado fértil al no reproductor. Según el Instituto Dexeus, esto ocurre, como término medio, a los 50 años. Durante esta época, además de retirarse la regla, se atrofia progresivamente el aparato genital y, en muchas ocasiones, aparecen trastornos en los órganos del aparato urinario, aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y de desarrollar osteoporosis. La piel se hace más seca, fina y frágil al disminuir de grosor la epidermis. También aparecen manchas cutáneas, disminuye la temperatura corporal y se da sequedad en las mucosas oral y vaginal y disminuye el cabello.

En la vejez. Aumenta la profundidad de los surcos de la piel (arrugas), que pierde humedad. El pelo se despigmenta (aparecen las canas) y su velocidad de crecimiento es menor. Los músculos pierden tono y los discos intervetebrales disminuyen de altura, con lo que se pierde talla. Existe un deterioro del sistema neurológico y, sobre todo, se produce una atrofia de los órganos y los tejidos, lo que marca el proceso de envejecimiento.



Leonor Hermoso

   

 

   
   
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